Tenía muchas ganas de 
escribir sobre un tema que llevo discurriendo varios meses. Quizá ha 
llegado la hora de aceptar que nuestra crisis es más que económica, va 
más allá de estos o aquellos políticos, de la codicia de los banqueros o
 la prima de riesgo. Asumir que nuestros problemas no se terminarán 
cambiando a un partido por otro, con otra batería de medidas urgentes o 
una huelga general. Reconocer que el principal problema de España no es 
Grecia, el euro o la señora Merkel. Admitir,  para tratar de corregirlo,
 que nos hemos convertido en un país mediocre.
Ningun país alcanza semejante condición
 de la noche a la mañana. Tampoco en tres o cuatro años. Es el resultado
 de una cadena que comienza en la escuela y termina en la clase 
dirigente. Hemos creado una cultura en la que los mediocres son los 
alumnos más populares en el colegio, los primeros en ser ascendidos en 
la oficina, los que más se hacen escuchar en los medios de comunicación y
 a los únicos que votamos en las elecciones, sin importar lo que hagan. 
Porque son de los nuestros. Estamos tan acostumbrados a nuestra 
mediocridad que hemos terminado por aceptarla como el estado natural de 
las cosas. Sus excepciones, casi siempre reducidas al deporte, nos 
sirven para negar la evidencia.
Mediocre
 es un país donde sus habitantes pasan una media de 134 minutos al día 
frente a un televisor que muestra principalmente basura. Mediocre es un 
país que en toda la democracia no ha dado un presidente que hablara 
inglés o tuviera mínimos conocimientos sobre política internacional. 
Mediocre es el único país del mundo que, en su sectarismo rancio, ha 
conseguido dividir incluso a las asociaciones de víctimas del 
terrorismo. Mediocre es un país que ha reformado su sistema educativo 
trece veces en tres décadas hasta situar a sus estudiantes a la cola del
 mundo desarrollado. Mediocre es un país que no tiene una sola 
universidad entre las 150 mejores del mundo y fuerza a sus mejores 
investigadores a exiliarse para sobrevivir.
Mediocre
 es un país con una cuarta parte de su población en paro que sin embargo
 encuentra más motivos para indignarse cuando los guiñoles de un país 
vecino bromean sobre sus deportistas. Es mediocre un país donde la 
brillantez del otro provoca recelo, la creatividad es marginada -cuando 
no robada impunemente- y la independencia sancionada. Un país que ha 
hecho de la mediocridad la gran aspiración nacional, perseguida sin 
complejos por esos miles de jóvenes que buscan ocupar la próxima plaza 
en el concurso Gran Hermano, por políticos que se insultan sin aportar 
una idea, por jefes que se rodean de mediocres para disimular su propia 
mediocridad y por estudiantes que ridiculizan al compañero que se 
esfuerza.
Mediocre
 es un país que ha permitido fomentado celebrado el triunfo de los 
mediocres, arrinconando la excelencia hasta dejarle dos opciones: 
marcharse o dejarse engullir por la imparable marea gris de la 
mediocridad.
 
 
2 comentaris:
Em fa l'efecte que és un article apòcrif, falsament atribuït a Forges, el ninotaire. Si es busca a Google, només es troba reproduït en blocs o en webs que a mi no m'inspiren massa confiança. I si aneu al diari El País, d'on molts diuen que ha sortit, el buscador no el troba.
Gràcies per l'aclariment. Vaig fer una cerca i no en vaig treure l'aigua clara, per això vaig encapçalar la nota dient "atribuït a"...
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