dimecres, 16 de març del 2011

Un barceloní a Osaka

Fede Sauret, veí de la Vall d'Hebron que treballa a Osaka, publica al seu blog un text sobre els primers moments del terratrèmol. L'he trobat evocador i interessant. Aquí sota:

Cuando la tierra baila los elementos le siguen el ritmo, es la coreografía de la canción del horror y hasta las nubes, que normalmente nos observan impasibles, parecen asustadas en Osaka.
 Una ciudad bendecida y bañada por un mar interior, como el Mediterráneo, el Mar Interior de Seto. Osaka es raramente el chivo expiatorio de la madre Gea. Aun así, ayer cantó a capela, mientras tierra, agua, fuego y aire bailaban frenéticamente en todo Japón. Al micro un coro de barcos chocando contra tierra firme, edificios desplomándose, sirenas y llantos de pavor.
En el piso 16, de un edificio más en el centro de negocios de Osaka, un casi recién llegado de Barcelona, incapaz de sentir el balanceo inicial, ignorante de todo lo que está por llegar se suma a las bromas y risas de sus compañeros, cuando el edificio empieza a oscilar.
Segundos más tarde el mundo es un lugar totalmente distinto, las risas se tornan frías y oscuras, pero no se detienen, a medida que la sala se da cuenta de que hoy sí baila la Tierra su fúnebre canción. Las miradas cambian, nadie se atreve a decirlo, pero la risa ya es solo circunstancial. Y aún así, nadie imagina lo que está por llegar.
Cuando el edificio deja de balancearse como si fuera un péndulo, los pequeños temblores que antes causaban mareo y sorpresa pasan desapercibidos con solo el mecer de las cortinas y las nauseas advirtiendo que la canción aún suena de fondo.
Aquello que parecía que nunca iba a terminar, se ha calmado y ahora la capacidad de racionalizar parece volver, todos respiran tranquilos y las bromas se suceden. Hasta que alguien enciende la televisión, y en directo emiten la coreografía de la muerte. De manera totalmente surrealista, el agua se traga la tierra y con ello todo lo que se encuentra a su paso. Barcos, coches y gigantes contenedores de metal, son solo grumos en el cóctel de destrucción.
Tras una hora larga de pequeños movimientos, la tierra ha dejado de bailar en Osaka, pero algo dentro de sus habitantes sigue reverberando. Cada 10 pasos que das, 2 te hacen sentir que todo vuelve a empezar. Es el estribillo pegadizo de esa odiosa canción que no puedes dejar de cantar.
La semana pasada perdí el móvil, y eso me permitió recapacitar, recordar que lo compré para estar cerca de los míos, no más alejado de la realidad. Ahora, la canción de la tierra, me recuerda que estamos aquí por poco tiempo, que el suelo que pisamos también tiene vida, y que los prejuicios y diferencias que existen entre los que la habitamos nos separan. Me entristece que sean las catástrofes lo que nos une. Pero no queda otra que alegrarse, pues ni yo, ni nadie cercano o sus allegados han sufrido ningún daño. Desafortunadamente no se puede decir lo mismo del resto del mundo, donde las catástrofes y las guerras truncan la vida de muchos otros. A todos ellos dedico este texto y si con él puedo hacer que tú reflexiones también un poco me sentiré  feliz.
Fede.