diumenge, 24 d’agost del 2008

SOBRE EL BRUCE CHATWIN 4

A dins l'exemplar de Los trazos de la canción que tinc a casa hi he trobat retallat un article del Mario Vargas Llosa a El País del 26.9.1993. Es titula Caballero del camino.
Hi fa una crítica a l'elogi del nomadisme que el Bruce Chatwin presenta a Los trazos de la canción (Songlines). Li treu credibilitat científica i li atorga mèrit narratiu. Alguns fragments de l'article:

El libro, como todos los que Bruce Chatwin escribió, es un cajón de sastre: relato de viajes, fantasía, investigación etnológica, fragmentos autobiográficos, reflexiones, sueños. La fascinación del narrador por los signos escondidos de la transhumante geografía de los primitivos australianos, no tiene, como en el caso de Arkady [un dels personatges del llibre que intenta que les carreteres i autopistes australianes que s'han de construir no destrueixin els punts geogràfics sagrats dels aborígens] una motivación social. Para él aquéllos simbolizan de manera ejemplar su idea apasionada, en cierta forma mística, de las culturas nómadas, en las que creyó ver una forma más acendrada de humanidad, una ética más auténtica y una vocación de libertad mayor que en las sedentarias, y a las que estudió, acompañó y buscó por todos los rincones del mundo por los que aún deambulan.

Más de veinte años de su vida dedicó Chatwin a convivir con esas sociedades peripatéticas del globo hasta convertirse él mismo en uno de esos gentlemen of the road, como los llamó, a los que, según su particular mitología, la vida en perpetuo movimiento hizo más austeros y espirituales, más rebeldes a las jerarquías y a la sumisión y menos propensos a la crueldad. Yo no creo que esto sea cierto: o, mejor dicho, creo lo contrario, que la cultura urbana permitió un desarrollo de la civilidad, de la vida intelectual, del comercio y de las técnicas sin lo cual nunca hubiera nacido el individuo soberano ni se hubiera disociado el derecho de la fuerza ni progresado la noción de libertad. Ello no me impide y acaso hasta me coloca en una postura privilegiada para admirar la sutileza y la elegancia con que Chatwin idealizó moralmente y embelleció artísticamente la realidad primitiva y marginal. El suyo es, para mi, un mundo de ficción y no la fidedigna crónica de un descubrimiento científico, porque sus relatos de viaje, sus ensayos y novelas son, en el mejor sentido de la palabra, es decir en el sentido que estas expresiones tienen en las obras de un Joseph Conrad o en un Graham Greene, pintorescos y excéntricos, algo que, de entrada, delata una distancia, la perspectiva de la civilización, en quien escribe o fantasea: ningún hombre o pueblo primitivo se siente pintoresco ni sabe que lo es, nadie es excéntrico a menos de ser juzgado como tal desde un centro, desde una "capital".


[...] Todos los australianos parecen haberlo leído
[The songlines], pero las opiniones son muy diversas y van desde quienes aseguran que su descripción de la visión del mundo encarnada en las "líneas sonoras" es rigurosamente fiel, hasta quienes la rechazan en bloque, como un bello embauque literario. Yo creo que tiene más de lo último que de lo primero, y esto, para mí, y sospecho que también para Bruce Chatwin, no devalúa su libro en absoluto, más bien aumenta su prestigio. Porque hacer pasar la ficción por realidad, o insertar la ficción en la realidad, es una de las más difíciles e imperecederas empresas humanas, y la más cara ambición de todo narrador.

Jo em vaig deixar captivar per algunes de les afirmacions del Chatwin a propòsit del nomadisme, algunes de molt senzilles: si estàs capficat et proposen un viatge, que canviïs d'aires; si una criatura plora, l'agafes en braços, camines amunt i avall i deixa de plorar... Em pregunto si l'actual èxit del camí de Santiago a peu no té a veure amb aquestes arrels primitives que duem a dins...